En el corazón de la D.O. Arribes, en Fermoselle, Bodega Quinta de Mil representa un regreso sin concesiones a las raíces más auténticas. Esta bodega familiar apuesta por variedades casi olvidadas como Bruñal o Puesta en Cruz y por métodos tradicionales de crianza en tinajas de barro, con el objetivo de crear vinos de carácter inconfundible y máxima calidad.
El origen de Bodega Quinta de Mil nace de una visión clara: preservar y dar nueva vida a la histórica tradición vinícola de Arribes del Duero. Durante siglos, esta zona fronteriza estuvo dominada por variedades más clásicas, lo que llevó al progresivo olvido de joyas locales como Bruñal o Puesta en Cruz. Conscientes de su valor, los fundadores decidieron recuperar estas uvas y devolverles su protagonismo a través de una selección minuciosa de parcelas. Viñas profundamente arraigadas en terrenos centenarios, sirven como base para vinos complejos que expresan la singularidad del terroir. Desde sus inicios, el equipo familiar ha sabido combinar la artesanía tradicional con innovaciones precisas, lo que ha permitido a Quinta de Mil ganarse rápidamente el reconocimiento del sector. Gracias a un enfoque basado en técnicas naturales y estrictos controles de calidad, la bodega ofrece a sus visitantes una inmersión en el legado cultural de la región y en la evolución de un paisaje vinícola en plena transformación.
En el viñedo, Quinta de Mil sigue una filosofía centrada en la conservación de variedades autóctonas y el respeto por el entorno. Sus parcelas, asentadas sobre suelos graníticos con presencia de arcilla arenosa y afloramientos pedregosos, confieren a los vinos una marcada identidad mineral. Alma, la enóloga de la bodega, supervisa personalmente cada etapa del proceso, desde la vendimia manual hasta la fermentación en tinajas de barro, que favorecen una microoxigenación delicada. Este meticuloso trabajo permite que los vinos, ya sean tintos, blancos o rosados, alcancen una profundidad y equilibrio únicos.
Variedades tradicionales como Juan García o Malvasía destacan por su expresividad y aportan personalidad propia a los ensamblajes. El resultado son vinos que capturan la esencia del terruño de Arribes en cada botella, reflejando tanto el espíritu innovador como el arraigo a la tradición de esta familia apasionada por su tierra.