Garnacha Blanca
La Garnacha Blanca, una variedad de uva que baila al ritmo del sol del Mediterráneo, se ha abierto paso en el mundo del vino con un carácter distintivo y una versatilidad sorprendente. Aunque tradicionalmente ha permanecido en un discreto segundo plano, su potencial está siendo redescubierto, revelando vinos que son un espejo de la tierra y el clima de donde provienen. Saber más
Principales zonas de cultivo en España
España se enorgullece de ser el principal bastión de la Garnacha Blanca, especialmente en el nordeste, donde Cataluña se corona como el centro de su cultivo. Regiones como Montsant, Priorat y Empordà se han convertido en excelentes embajadoras de la variedad, demostrando la adaptabilidad y la riqueza que esta uva puede aportar a sus vinos. No hay que olvidar a Terra Alta, un verdadero emblema de esta variedad, donde se producen algunos de los monovarietales más impresionantes del mercado.
Características organolépticas
La Garnacha Blanca se caracteriza por su capacidad para producir vinos con una graduación alcohólica significativa y una intensidad aromática que incluye notas de fruta blanca, de hueso, y toques herbáceos como el hinojo y el eneldo. En boca, ofrece una estructura interesante, con una acidez equilibrada que aporta frescura y hace de cada sorbo una experiencia jugosa y expresiva.
Estilos típicos de vinos
La versatilidad de la Garnacha Blanca brilla en la diversidad de vinos que permite elaborar:
Blancos jóvenes: Afrutados, con aromas que evocan la frescura de la fruta recién cortada.
Blancos cremosos con madera: La maduración en barrica aporta complejidad y profundidad, ensalzando la estructura y las notas cremosas.
Dulces: La garnacha blanca también se presta para la elaboración de vinos dulces, ricos y elegantes.
Blends/coupages multivarietales: En combinaciones magistrales con otras variedades como la Viura, la Malvasía, la Roussane, la Marsanne o la Garnacha Gris, la Garnacha Blanca aporta estructura y un perfil aromático fascinante.