En un altiplano privilegiado de la D.O. Manchuela, rodeado de montañas y acariciado por vientos constantes, se encuentra Bodegas Altolandon, a 1.100 metros sobre el nivel del mar —una de las viñas más altas de toda España. Desde sus inicios, esta bodega ha apostado por una viticultura ecológica y sostenible, basada en un profundo respeto por el equilibrio entre clima, suelo y variedad.
La historia de Altolandon comienza en 1998, cuando Rosalía Molina y su equipo adquieren cinco hectáreas de viñedo en Landete. Eligieron conscientemente suelos pobres, un clima extremo y una altitud considerable para elaborar vinos con carácter y personalidad única. En sus primeros años, los vinos se criaban en una pequeña bodega familiar, pero en 2006, gracias al creciente éxito, nació su propia bodega: un espacio dedicado al cultivo natural y a la mínima intervención.
Las antiguas cepas de Bobal y Garnacha, que hoy superan los cien años, se complementaron con variedades como Syrah, Malbec y Petit Manseng. Todas se cultivan con el mismo objetivo: reflejar con autenticidad la identidad del terroir.
La filosofía de Altolandon se basa en el respeto por la naturaleza y el origen. El cultivo es 100 % ecológico, vegano y sin aditivos, desde la viña hasta el embotellado. Las cepas crecen en suelos pobres, pedregosos y franco-arenosos. El clima continental, con inviernos largos y fríos y grandes contrastes térmicos entre el día y la noche, favorece una maduración lenta que conserva la acidez natural del vino. ¿El resultado? Vinos de colores intensos, estructura potente y frescura excepcional.
En la bodega, cada parcela se vinifica por separado. Se emplean grandes toneles de madera, barricas de tostado suave y ánforas de barro, con el fin de preservar al máximo la expresión de cada variedad. Para Altolandon, la sostenibilidad es un compromiso integral: ambiental, social y económico. Una visión que se percibe en cada copa.